Poema a la montaña



A veces no hay hogar que arrope al corazón,

a veces pareciese que ser nómada es la alternativa.

Hay tiempos donde las circunstancias son adversas,

Injustas y más hostiles que los inviernos en septiembre.

Peor aún, confusas, difíciles de verbalizar, 

sin saber por dónde o cómo comenzar.


Son momentos donde las tristezas se precipitan, 

fácilmente, como capas de nieve

El corazón endurece: sólo hay frío, se siente terco como el hielo azul.

El llanto es presagio de la insensibilidad,

de los miedos, de las sonrisas fraudulentas

El orgullo se anuda en la garganta 

y las frustraciones se asientan en la piel.


Hay tiempos, verídicos,

donde el alma no encuentra refugio,

las calamidades del ser, sobreviven,

y sólo se retuercen en nuestros espacios más oscuros.

La luz y la sombra quieren coexistir,

la mirada disimula los dolores y la sonrisa esconde los secretos

Mientras tanto, las ruinas internas no tienen espacio,

no encuentran donde echarse a morir.


Pero sólo en la montaña, 

con sus luchas inentendibles, 

sólo en la travesía

de senderos de brisas frías, 

el corazón se siente en casa,

encuentra cobijo en cada esquina.


El viaje va más allá de la serotonina,

Más allá de la euforia de la escalada, 

O de la meditación activa

La cumbre, la excusa,

el camino, indefinible,

La lección, atemporal

La moraleja, específica


Con la inmensidad en contra,

se alivian las indecisiones,

la altitud delimita tu propósito,

se rescata la confianza,

Y aún más, la esperanza,

se calibra, 

por si fuera poco,

el norte de tu vida.

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